Recuerdo perfectamente que dejé todo el equipaje en el recibidor, me tiré en la cama y contemplé las vistas. Inspeccioné todo el apartamento y saqué lo imprescindible para darme una ducha . Me vestí y salí a comprar a la tienda del campus unos macarrones y salsa boloñesa que cociné y comí con gusto, sinténdome el tío más afortunado del mundo. Encendí la tele y deshice el equipaje. Volví a contemplar el campus nevado...
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