Viene de la parte i
...Afortunadamente
entro en un tienda de comestibles, compro una botella grande de
AQUARIUS. Pregunto a una mujer por dónde están los excursionistas.... y
resulta que ella era una de ellas. Me presenta a su marido y a los
demás aventureros: dos chicas muy guapas (creo que solteras), una
parejita de novios muy acaramelados y otros tres chavales muy
simpáticos. Nos repartimos los 10 entre tres coches. A mí me tocó en el
asiento de atrás del coche con el matrimonio. En el camino no dejamos de
charlar de todo un poco. Se me hizo muy agradable. En la autovía, el
coche de los chavales se puso en paralelo al nuestro y uno de ellos
mostraba un espectacular canuto. Todos reímos.
Ya
en la playa, cargamos con las neveras, sombrillas, toldos y sillas.
Recorrimos un buen trecho para evitar la zona más poblada de la playa.
Se hace de noche. mientras unos montan el toldo, yo me dedico a tirar
basura y plásticos abandonados.
Algunos valientes nos lanzamos al agua. Hay algo de oleaje y aprovecho para "bodisurfear".
Lo
que ocurrió a partir de entonces debe estar disperso por mi cerebro,
cerebelo, espina dorsal y el resto de mi sistema nervioso.
Sin
poder controlarlo, me convierto en una especie de caja de Pandora de
las ocurrencias que hacían reír a todos. Encontré el escenario perfecto
para canalizar la energía que un estado de ánimo "maníaco" necesita.
Damos un paseo por la orilla del mar. Había nubes y claros que dejaban ver el manto de estrellas y finalmente la luna.
Al
regresar, vuelta a reír sin parar (al menos yo). Una de las chicas no
reía tanto. Me pregunto qué se esconde, qué hay tras ese mutismo que
llega a ser seductor.
Nos dormimos después de cenar.
Por la mañana fui el primero en levantarme. Me dedico a hacer deporte;
correr acompañando a corredores solitarios e incluso intento un poco de
escalada por las arenosas "montañas" tras las que se oculta esta playa
espectacular.
Poco a poco van despertándose. Yo no
estoy quieto un instante, juego al tenis, aprendo a volar la cometa...
Después del almuerzo voy a comprar cerveza. Es lo mínimo que podía hacer
después de haber probado las exqusitesen de mis compañeros (yo sólo
llevaba galletas y platanos) y el buen rato que estaba pasando. En el
camino de vuelta entre el quiosco y el "campamento" iba negociando con
algunas familias: ¡una cerveza fresquita a cambio de un pincho de
tortilla, ¡o de un filete empanao! Me lo dan gratis.
En
fin, podría seguir con más anécdotas pero no las encuentro ordenadas
entre mis neuronas. Fue tal el volumen de estímulos que los recuerdos de
esa excursión parecen un bola de ropa sacada de la lavadora.
Espero
ver pronto a estos aventureros con los que compartí uno de los mejores
momentos de mi vida, si es que ellos tienen el valor de invitarme :P.
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