
Recuerdo que hace más de 15 años, la unión entre países de un mismo continente era un sueño. Entusiasmados, los ciudadanos seguían a sus políticos que, por pura ignorancia, creían que les daban lo mejor, que los protegían y guardaban y montaban a hombros de gigantes para protegerlos de otros gigantes. Los gigantes simplemente no existen. Es todo mentira.
La unión de todo el mundo bajo la bandera de la paz y el amor debe comenzar con la unión entre hermanos, entre vecinos. Más aún, con la unión del propio yo. La prosperidad no es ningún sueño inalcanzable ni utopía. Es un fin que está al alcance de nuestras manos. Muy cerca. Sin embargo, la estupidez humana es inmensa y nuestra fe en los iconos y faroles del consumismo nos ciega y algunos no disfrutan de las maravillas de la naturaleza y del propio ser humano.
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